Al principio, era el Verbo y el Verbo era Dios, y en Dios estaba yo.
Luego, en un tiempo y lugar determinado, del siglo pasado, mi Papá encontró a mi Mamá.
A los nueve meses vi la claridad y empecé a llorar.
A los un año, aprendí a disfrutar del cariño que me rodeaba.
A los 2 años, aprendí a tomar en mis manos lo que quería.
A los 3, aprendí a sentir el cariño de una persona, a quien decía “abuelo” y con él tenía todo.
A los 4, aprendí a buscar al abuelo que ya no estaba.
A los 5, aprendí que mi papá era lo máximo que tenía.
A los 6, aprendí a escribir y leer.
A los 7, aprendí que podía prestar mis cosas porque eran mejores.
A los 8, aprendí que las personas morían.
A los 9, aprendí que la vida no era tan generosa como deseaba.
A los 10, aprendí que era posible querer a un chico de ojos verdes.
A los 11, aprendí a decir que ya tenía 13.
A los 12, aprendí que de niña pasaba a ser mujer.
A los 13, aprendí que podía querer a un chico de 18.
A los 14, aprendí el primer beso.
A los 15, aprendí que la ilusión es parte del cuerpo y del alma.
A los 16, aprendí que los sueños no se logran sin esfuerzos.
A los 17, aprendí a forjarme un destino lejos de mi familia.
A los 18, aprendí a ver que el futuro estaba en mis manos.
A los 19, aprendí a darme cuenta que estaba empezando a vivir.
A los 20, aprendí el desprendimiento doloroso de mis primeros afectos.
A los 21, aprendí que la inocencia se estaba despidiendo.
A los 22, aprendí a experimentar que la cercanía de Dios es un regalo.
A los 23, aprendí que amar es hacer el bien sin pedir nada a cambio.
A los 24, aprendí que la vida es una sucesión de cosas comunes.
A los 25, aprendí a sentir el sinsabor que conlleva la propia elección.
A los 26, aprendí que los problemas siempre empiezan pequeños.
A los 27, aprendí que era una rebelde con muchas causas.
A los 28, aprendí que la vida es bella pero nada fácil.
A los 29, aprendí que los sinsabores de la vida debía sublimarlos.
A los 30, aprendí que la vida no era tan sencilla como creía.
A los 31, aprendí que nunca se debe ir a la cama sin resolver un conflicto interno.
A los 33, aprendí que con el corazón no se juega.
A los 35, aprendí que los fracasos se superan con la autoestima.
A los 36, aprendí que si se es generoso hay vivos que se aprovechan de uno.
A los 38, aprendí que la vida es un sueño sin límites.
A los 40, aprendí que nunca es tarde para recomenzar algo.
A los 42, aprendí que dar es tan bueno como recibir.
A los 44, aprendí que trasgredir una regla no es una condena.
A los 46, aprendí que es mejor disfrutar cada instante sin esperar los grandes momentos.
A los 47, aprendí que es más enriquecedor el amor que proviene de la independencia.
A los 48, aprendí que es mejor elegir todos los días, que una sola vez en la vida.
A los 49, aprendí que la libertad interior vale más que mil tesoros acumulados.
A los 50, aprendí que si las cosas van mal, siempre hay un camino anexo.
A los 53, … no se puede cambiar lo que fue, pero se puede dejarlo atrás.
A los 55, … es razonable disfrutar del éxito, porque tiene su declive.
A los 57, … si uno queda en el pasado, ya no habrá futuro.
A los 60, … si se espera el momento perfecto para disfrutar, será en vano.
A los 63, … la mayoría de las cosas por las que uno se preocupó, fueron a tiempo.
A los 65, … saber envejecer es una tarea importante.
A los 70, … en la vida todo llega y todo pasa.
A los 75, … habrá que re-aprender muchas cosas.
A los 80, … tal vez uno amó mucho más de lo que hubiese querido.
A los 90, … vivir es un don y llegar a buen puerto es una tarea.
A los 100, … es la paz alsoluta, ya nadie recuerda que fue la fecha de mi cumpleaños. Mis amigos más queridos reposan conmigo.