Estaba sentada en una butaca bajo una carpa y escuchaba que alguien me susurraba al oído la vida del circo.
Mientras sonaban los clarines iban pasando los payasos con sus risas, los trapecistas con sus malabarismos, los juegos torpes y pesados de los leones y elefantes, los bailes de los monos, caballos y perros.…, y yo me quedé dormida en los brazos sedosos de un príncipe imaginario.
Las luces se apagaron, la función había terminado y yo me desperté entre las faldas arrugadas de mi madre.
El circo es para los que conservan el alma de niño con su magia y colorido y, de grande, para los que buscan un mundo de recuerdos y quieren encontrar el hueso perdido bajo las carpas de la vida.
foto tomada de internet |
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