Hay situaciones en que uno desea experimentar algo nuevo
sin dimensionar que lo elegido puede significar un tropezón.
Cuando el bien
deseado toca las emociones profundas es fácil consentirlo, y cuando uno cae en
una trampa no se ve con nitidez la realidad camuflada.
Sólo después se ve el
error y la poca perspicacia con que se había actuado.
Un desliz produce dolor
para uno mismo y para los demás.
Hay traspié que queda en uno mismo y el sinsabor
permanece por algún tiempo, en otros casos se esfuma rápidamente sin ningún bache
de conciencia.
Después de un acto mal elegido, hay vergüenza y a
veces lágrimas, sobre todo cuando se ha fallado a alguien que te ama.
Arrepentirse es una manera de culparse y es ocasión para sacarse un peso de encima, también nos muestra que somos perfectibles.
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