La certeza o no de la
existencia de Dios es algo que supera el raciocinio humano.
No hace falta
imaginarnos a Dios, aunque es muy humano hacer de Él una semblanza con nuestros
criterios.
Él existe o no, no porque seamos capaces o no de imaginarnos cómo es.
Para mí la existencia de Dios es una certeza. No me imagino cómo es, porque
entonces haría un Dios a mi imagen y semejanza, y sé que Él es más que yo.
Él
ha envuelto y revuelto mi vida. Tengo marcada su huella y su mensaje en mi y
por ella me juego.
No cuestiono qué hay más allá de la certeza porque he
llegado al límite donde comienza su presencia.
Creer es don y tarea, y el don
no necesita certificación; brota del corazón y la tarea del corazón es amar.
A Dios le han dado muchos
nombres y todos tienen su historia y sus circunstancias: Yahvé, Jehová, Eloím,
Abbá, Alá, y como Dios Hijo: Mesías, Emmanuel, Joshua, Kyrios, Señor, Salvador,
Jesús, Jesucristo.
Para mí es un Amigo y no
necesita adjetivos, Él es el Verbo.
Yo solo intento, cada día, ser un reflejo
de su amor.
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