No salgo de mi placentero asombro amándote,
descubriéndote.
Me metí en un letargo,
en un dulce mar de emociones,
donde se
comulga la realidad con los ojos,
la ternura con la piel,
la fantasía con el juego
de la pasión.
No sé si pasaron quince minutos o dos horas. Me devoró
el tiempo.
Me envolvió la inconsciencia
y unas luces de colores me extasiaron
íntimamente.
Bebí de las profundidades de tu ser,
calmo y tórrido,
te palpé en mis entrañas
y comulgué contigo en un abrazo
profano y místico a la
vez.
Fuiste el pan y el vino,
la tierra y el tiempo
donde quedó
anclado
mi cuerpo florecido en rojo.
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