VI.
Al
cabo de dos meses Amalia sospechó algo y enseguida quedó confirmada. No se
asustó. Sintió una gran ilusión ante la certeza de ser madre, aunque nunca lo
había planeado. Como psicóloga, su mayor dilema era traer un hijo al mundo con
un padre advenedizo. Decidió buscar a Alcides, pero nadie dio noticias de él.
Entonces,
resueltamente optó, y sin grandes explicaciones, dejó su vida citadina y fue a
vivir en el mismo pueblo donde había nacido. Anita nació el 10 de abril. –Sus
enormes ojos verdes eran de su madre; su boca, nariz y cabellos de su padre.
Esos rasgos Amalia no podía esconderlos–.
Amalia
adoraba a su hija, pero, íntimamente había resuelto que Anita sabría quién es
su padre el día que cumpla 18 años.
VII.
Anita
era una niña precoz, de carácter noble y entusiasta. Cuando cumplió cuatro años
preguntó por su padre. Amalia buscó descifrar la mejor respuesta a su niña y
ese tema nunca más fue motivo de curiosidad.
Ana era una chiquilla dedicada enteramente
al estudio, las letras y las artes eran su pasión; su talento innato la llevó a
relucir en todo. Desde la adolescencia se involucró apasionadamente en presidir
el Centro de estudiantes de su colegio. Su madre veía repetirse en ella las
mismas ilusiones e ideales que había empapado su vida juvenil, décadas atrás.
VIII.
Pasaron
los años y Amalia leía con frecuencia noticias sobre Alcides. Sus pretensiones
políticas iban acercándose a la cima. Por varios años fue Ministro de Educación.
Pensaba, qué era más desalmado, ¿privar a su hija de la posibilidad de conocer
a su padre, o él siendo un hombre con tanto poder y riqueza, no haberse
interesado nunca de ella?. Las respuestas que ella misma se daba las guardaba
dentro de sí y a veces no la dejaba ser feliz.
Cuando
Anita estaba cursando el último año de la secundaria, en las elecciones
nacionales ganó el candidato del Partido Oficialista. Amalia minimizó diciendo:
– “una flor más en el jardín del Sultán”. Le dolía inmensamente pero ya no era
tiempo de volver atrás; su orgullo no le permitía.
Ese mismo año, Ana, con una
delegación de compañeros de colegio fue a visitar el Palacio de Gobierno y
saludaron al Presidente de la República. Su madre guardó silencio y a su
regreso solo atinó a preguntarle:
– ¿Qué impresión te dio el Presidente?
– Cuando me tomó la mano sentí temblar mi cuerpo
y me saltaron unas lágrimas, sin saber por qué.
– Fue la emoción, le dijo su
madre.
En ese momento Amalia quería
gritar y liberarse de su secreto. La hería por dentro su dureza, porque era un
secreto sin sentido que solo le carcomía el alma. –Sabía que Anita era una
joven madura; podría comprender perfectamente el pasado de su madre, sin
juzgarla, pero ella no estaba dispuesta a romper su promesa–.
IX.
Una
tarde, Ana, muy feliz, notificó a su madre que la fecha de graduación en el
colegio se adelantará una semana. –Será justo
el día de su cumpleaños, por que el Señor Presidente vendrá como Padrino de
honor a petición del Delegado de Gobierno–. Amalia sorprendida buscó aclarar en
su mente cuál sería el mejor comportamiento que debía tener en tal acto.
Llegó
el día y el pequeño pueblo vistió sus mejores galas. Por primera vez un
presidente de la Republica llega a ese lugar para presidir un acto académico.
Anita
pasó a recibir su título de Bachiller acompañada de su madre. Cuando el
Presidente estrechó la mano de la joven, fijó la mirada en sus profundos ojos
verdes y en ese instante le invadió fuertes recuerdos de una joven asuncena, de su misma edad, con quien
él había trabajado horas y días en su época de juventud. Muy abstraído, pasó la
mano a la madre, y sin detener en ella la mirada, ésta le entregó un pequeño
sobre. Él simulando naturalidad y premura guardó en el bolsillo de su traje.
Al
concluir el acto, un helicóptero escoltado fuertemente lo lleva presuroso de regreso al Palacio de
Gobierno. Abrió el sobre y encontró un amarillento boleto del Hotel Park Plaza
Estrellas de Santiago de Chile y una fecha anotada: “10 de julio de 1973” . Sintió un fuerte dolor
en el pecho. Miró hacia abajo y vio un poblado con un centenar de luces que
apenas titilaban.
En el restaurant “Los Laureles”,
casi a medianoche finalizaba un elegante cóctel de los flamantes graduados y
sus familias, Anita, radiante y bella, munida a la vez de una cándida dulzura, se
acercó a Amalia y le dijo:
– Madre, llegó la hora. No
regreso a casa sin desvelarme el secreto de nuestras vidas.
Se fundieron en un fuerte y
prolongado abrazo. Amalia solo deseaba el perdón de los cielos y la comprensión
de su hija. Se secó unas lágrimas, le dio un beso y le dijo al oído:
– Eres la hija del Presidente.
FIN (Genessis)
Precioso relato con final feliz e intuido. Me ha gustado mucho, es tierno y duro a la vez. Me pregunto cómo hubiera reaccionado él si hubiera sabido que era padre, pues dices que no se comunicaban pese a los intentos de ella. Otra cosa que hoy día no sería posible hacer ante los medios sin ser sospechoso de recibir prebendas o sobornos es que ante todo el publico ella le diera un sobre y él lo aceptara. ¿Te imaginas a Rajoy aceptando u sobre con los casos de corrupción que cubren el territorio español? Un beso y feliz fin de semana
ResponderEliminarEstimado Juan
EliminarPor esas cosas que no entiendo este comentario llegó al blog pero debía ser "moderado". La cuestión es que te leí recién hoy.
Gracias por tu lectura y tu comentario Juan.
Es seguro que el relato tiene falencias para su buena comprensión, solo la osadía hizo que la publicara, además por la extensión hice unos recortes que nunca sé si es para mejor o peor.
Solo te aclaro lo del sobre, en Paraguay es muy común, de la gente sencilla e incluso de los políticos de los pueblos del interior, que saben que no tendrán oportunidad de compartir "mano a mano" con la Autoridad, o el Ilustre visitante, le da un sobre cerrado, generalmente con un pedido para la comunidad o el pueblo o el Municipio. Cuando son muchos, generalmente el secretario o alguien que le acompaña se hace cargo de esos menesteres..... O sea no está mal visto, es usual. No así en un protocolo de élite, en la Capital, pero en los pueblos del interior, sucede de todo.....
Otro punto; claro que Alcides ni sospechaba que tenía una hija, pero ella solo se cuestionaba...él tampoco nunca la buscó después de aquellas llamadas telefónicas....quizás ella en el fondo siempre le esperó....creyó que aparecería husmeando su rastro por aquel pueblito perdido....
En fin....la vida continúa...
Abrazos.
No entiendo, dejé un comentario hace tres días y no lo veo.
ResponderEliminarEs una pena porque no solamente te felicitaba por el relato, sino que señalaba algunas cosas que me llamaron la atención y que actualmente ningún Presidente podría hacer sin verse involucrado en temas de sobornos, como es el que recoja de manos de una mujer y delante del público un sobre. Lo demás, la relación sexual en el hotel entre antiguos amigos se más común de lo que se piensa. Lo de hacerlo sin tomar precauciones, dos adultos tan cultos y con tanta responsabilidad, quedándose embarazada también da que pensar.
Hay otro punto que mencioné: dices que el no sabes qué es peor, si ocultarle a la niña quién era su padre o que éste se desentendiera de ella tantos años; pero según decía el relato más arriba, ella no pudo contactar con él ni se escribían, así que posiblemente él ignoraba que tenía una hija. En fin, es lo que me ha llegado de tu magnifico escrito. Gracias por compartirlo. Un beso
Lo he leído todo junto y me encanto. Una historia donde el destino hace lo suyo y nos enseña que contra él no se puede.
ResponderEliminarPrecioso!!!!
Cariños....
Gracias querida Oriana,
ResponderEliminaradmiro y felicito tu valentía en venir hasta aqui y leer todo, sé que no es tan fácil ir a los textos que tienen una extensión mayor de lo que nos gusta lencontrar en estos espacios....
Gracias por venir
y te mando un abrazo fuerte.