Nos empeñamos de cualquier forma por detener el tiempo y hacer que sea sólo de los dos.
Buscamos e inventamos el tiempo, deseamos inmortalizar los encuentros, los lugares, las palabras, los gestos y los sentimientos.
En fin, queremos eternizar nuestro amor en los efímeros ratos que vivimos, y reinventamos las palabras y hacemos nueva la frase tan gastada: ¡te amo!, ¡te amo!
Pero la verdad es que la vida se nos va, la vida sigue su curso, hayamos amado o no.
El tiempo nos va gastando a la par que nosotros lo vamos devorando.
El amor, como la vida, fluye.
Si nos detenemos, pasa de largo y es más seguro que no regresa.
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