La libertad, la felicidad,
la muerte, el dolor, las discapacidades físicas son temas apasionantes porque
nos hacen ver que la finitud humana es parte de nuestra vida cotidiana.
La ceguera como una
discapacidad física abre una riqueza de posibilidades excepcionales.
Guardo
recuerdos de algunos casos; en mi época de colegio, vi crecer a una niña
invidente y sentía en mi una cierta compasión. Ella, sin embargo, llevaba una
vida asombrosamente normal y feliz.
En la universidad, nuevamente tuve una compañera
ciega, y frente a ella, yo me tenía compasión, porque en muchas cosas prácticas
me aventajada.
Luego, en un Hogar Geriátrico donde trabajé como enfermera, me
tocó asistir a una anciana ciega, que con su alegría y sentido de practicidad
lograba todo y hacía maravillas.
La experiencia de haber conocido de cerca a estas personas, me
hizo ver el lado positivo de la discapacidad humana. Careciendo de un sentido tan
elemental para nosotros, ellos saben ganarse otras habilidades. Se desenvuelven
con una seguridad sorprendente y se las puede ingeniar e imaginar todo.
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