Mi
hermano mayor tenía una habilidad innata para idear cualquier cosa de mecánica.
Le bastaba una madera, un serrucho, unos clavos y escoplos fuertes.
En sus
ratos de ocio infantil había armado un cuatriciclo, con volante, ejes
giratorios y palancas de aceleración y frenos.
Subidos en él los cinco hermanos
nos tirábamos como en un tobogán cuesta abajo por el amplio patio frente a la
casa.
Era sentir la risa a todo pulmón y el cosquilleo en el vientre por la
felicidad embargada cuando descendíamos por la empinada hacia el bajo de la
calle.
Alguna vez cuando no estábamos bien asidos de la cintura salíamos
disparados quedando verde con el roce de los henos, entonces el grito agudo de
mamá Lola sale a sentenciar que el tiempo de juego se ha acabado.
Genessis comparte con los que generosamente se asoman a este sencillo portal los momentos de ocio que la vida le regala. Es una miscelánea de cosas simples; pensamientos y poemas, fantasías y pasiones, recuerdos y plegarias, vivencias e impresiones, que se plasma en el reverso de una página compartida con los lectores.
Genessis y sus avatares semejan escenarios de un alegórico estreno de un destino que va usurpando la vida en un tiempo prestado.
Genessis y sus avatares semejan escenarios de un alegórico estreno de un destino que va usurpando la vida en un tiempo prestado.
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